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Diálogos II

Estàndard

Me llamaron Bruja porqué tenía un Dragón Negro. Lo encontré en la calle y decidí quedármelo. Me miró con esos ojos amarillodulzón y me sonrió, enseñandome todos sus dientes. Entonces le devolví la sonrisa y al final se me escapó una carcajada. Decidí comérmelo a besos hasta que se me llenara la boca de pelo, para luego escupirselo al mundo. Y el Dragón se vino a casa conmigo. Y con los cachorros rubios.
-¡Bruja!- me gritaba la gente. Pero yo les sonreía.
– No te preocupes- exclamó un dia el Dragón.- Yo te quiero igual. Aunque seas una Bruja.- y se sentó enfrente mio, plegando sus alas. Abrió sus ojos amarillodulzón y se lamió un poquito el pelo negro.- Es divertido vivir en tu casa. Hay perros que se comen las cacas y un gato blanco que parece un Tigre. O un tractor, no lo se muy bien. A veces me traes cajas de leche vacías donde puedo esconderme. Me gusta morderle la oreja a la perra vieja.-
Me hizo gracia cuando me explicó lo de la perra vieja, y no puede más que reírme y volver a llenarme la boca de pelo negro brillante.
– Estate tranquila.- prosiguió- cuando vueles con la escoba voy a volar contigo. Y con el GatoTigre. Le dejaré sentarse pegado a tí, porque yo quiero ir sentado delante sintiendo el viento hasta que pueda volar por mi mismo. Pasaremos por delante de la Luna. La noche será nuestra, porque somos oscuros como ella.- Me enamoré de sus palabras y su pelo azabache. De su olor a carbón y azufre. De su halo de humo.
– Lo que opine la gente no debe importarnos. Les damos miedo porque gritamos y bailamos. Porque encendemos hogueras y plantamos
deseos regados con sangre menstrual. Les asustamos porque nos queremos, aunque yo sea un Dragón y tu una Bruja.- Se subió al sofà y paseó por encima del respaldo, restregándose por mi cabeza. Eso me hizo pensar en un gato. Y se lo dije.
– No soy un gato! – respondió, ofendido- soy un Dragón Negro, igual que tu eres una Bruja- afirmó. Y supe que tenía razón.

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